![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdRUBiQy5bkSBlD-fjAhOCFsNhkFAlKORw3fgTUTIHgTCoFGduUuIAQSL8qOQRy8yskOCSYl1gVWgfCF_HHSYy1ug_pITw6SCnNik3k-M_k_DIbtrxJE3KWdrA2A43gg-7d9ePOxxXGtkGRKGKY4JMAuVIuAK3hugaEVygxh8NUbl_4ZK-AHBIvBBgxlc/w300-h400/1702164954633.jpeg)
Esta fiesta fue establecida en 1476 por el Papa Sixto IV, en 1708 el Papa Clemente XI la hizo universal y, en 1854 el Papa Pio IX, recogiendo la doctrina expresada a lo largo de los siglos por los Padres y los Doctores de la Iglesia, por los concilios y por los Papas que lo precedieron, proclamó solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción de María.
No debe confundirse este dogma con la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo y sostiene que Dios, en previsión del nacimiento de su Hijo, preservó a María, desde el momento de su concepción, de toda mancha o efecto del pecado original, heredado por todos los hombres desde Adán y Eva. La doctrina reafirma, con la expresión «llena eres de gracia» contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc 1:28) y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.